En la actualidad el número de personas obesas duplica el de personas con bajo peso. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde 1980 la obesidad se ha duplicado en todo el mundo, llegando en el año 2014 a más de 1.900 millones de adultos mayores de 18 años con sobrepeso, de los cuales, más de 600 millones tienen obesidad, lo que implica una prevalencia en adultos mayores de 18 años de 39% de sobrepeso y 13% de obesidad. Con respecto a la población infantil, existen más de 41 millones de niños menores de 5 años con sobrepeso u obesidad a nivel mundial, lo que ha significado un incremento de cerca de 11 millones en los últimos 15 años.
La OMS define la obesidad y el sobrepeso como “una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud”1. Una forma simple de medir la obesidad es el índice de masa corporal (IMC), esto es el peso de una persona en kilogramos dividido por el cuadrado de la talla en metros. Una persona con un IMC igual o superior a 30 es considerada obesa y, con un IMC igual o superior a 25 es considerada con sobrepeso. Esta medición hay que cogerla con pinzas en población deportista, puesto que no se tienen en cuenta la diferenciación de la masa muscular y grasa por lo que lo podrían dar resultados falseados.
La obesidad es un grave problema de salud pública al ser un importante factor de riesgo para enfermedades no transmisibles, que son las de mayor carga de morbimortalidad en el mundo. Un IMC elevado se relaciona con problemas metabólicos, como resistencia a la insulina, aumento del colesterol y triglicéridos. El sobrepeso y la obesidad aumentan el riesgo de problemas cardiovasculares y de sufrir hipertensión arterial, tema del que hablaremos con mayor detalle en un próximo artículo. El riesgo de diabetes mellitus de tipo 2, también aumenta proporcionalmente con la elevación del IMC. Igualmente, un IMC elevado, aumenta el riesgo para algunos cánceres y patologías osteoarticulares.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) realizado para el 2017, un 35,4% de la población española sufre de sobrepeso y un 17,4% de obesidad, siendo el género masculino el más afectado por dicha enfermedad, y aunque parece un porcentaje pequeño frente a otras enfermedades, lo preocupante es que la obesidad ha aumentado sostenidamente durante los últimos 10 años.2
Otro aspecto muy preocupante a observar, es el incremento acelerado del sobrepeso y/u obesidad en niños, la proporción del sobrepeso infantil en niños menores a 5 años ha crecido de manera continua en los últimos años, esto además de afectar la salud de los niños y aumentar sus factores de riesgo para su vida adulta, puede causar en los niños problemas de autoestima, problemas de socialización con otros, timidez e incluso desencadenar a la larga trastornos alimenticios.3
Las causas de la obesidad son multifactoriales, por lo que abordarlo con un simple “come menos y muévete más” “haz dieta” o afirmaciones de este tipo, resulta demasiado simplista. Existen muchos factores de riesgo como son:
- Mala alimentación a base de ultra procesados y exceso de calorías.
- El sedentarismo o reducción de la actividad física. En la actualidad, es común que las personas se desplacen en coche hacia su lugar de trabajo, realicen sus actividades laborales estando muchas veces sentado por largos períodos de tiempo (6/8 h), y al volver a casa, con una simple llamada pedir la comida.
- Ambiente obesogénico, es decir, un ambiente que fomenta la obesidad.
- El poder de la industria con su marketing y sus financiaciones.
- “Adicción a la comida”. El consumo habitual de productos ultra procesados parece que afectan al centro de recompensa del cerebro generando una cierta adicción.
- Reducción de la cantidad y calidad del sueño.
Estas, son algunas de las muchas causas que pudieran causar la Obesidad, por lo el tratamiento de la misma, este debe ser abordado desde un enfoque multifactorial, en el que se incluya especialistas de diferentes áreas: nutricionista, psicólogo, entrenador personal o incluso un fisioterapeuta, y un médico, según sea el caso.
Desde el punto de vista nutricional lo recomendable es en primera instancia, modificar los hábitos alimenticios erróneos y crear nuevos hábitos más saludables y que permitan al paciente, mantener la pérdida de peso a largo plazo. Es muy común, cometer el error de seguir “dietas milagrosas” que simplemente limitan drásticamente la ingesta de calorías (grasas y azucares) y que incluyen poca variedad de alimentos, por lo que conllevan en muchas casos, a deficiencias nutricionales importantes. Adicionalmente, con este tipo de dietas, no se desarrollan hábitos alimenticios saludables y son sumamente difíciles de mantener en el tiempo (por la poca variedad de alimentos) y, como consecuencia, suelen causar el efecto rebote al abandonar la misma, generando que la persona recupere todo el peso perdido e incluso aumentándolo, muy bruscamente. Cada persona distinta y, por tanto, cada caso es distinto, por eso es muy importante, trabajar de la mano de un profesional y no dejar tú salud en manos de cualquiera, es necesario acudir a un especialista que desarrolle un programa alimenticio adecuado para ti. Adicionalmente, hay ciertas estrategias o prácticas, que nos serían de mucha utilidad implementar en nuestra vida diaria y que nos ayudan a disminuir los riesgos de sufrir obesidad:
- Aumentar la ingesta de proteínas y grasas con la finalidad de aumentar la saciedad.
- Incrementar la ingesta de fibra (frutas, verduras y hortalizas frescas) para aportar suficientes micronutrientes y aumentar la saciedad.
- Reducir alimentos procesados y bebidas azucaradas, por su elevado contenido en calorías y nula saciedad.
- Optar por alimentos con baja densidad energética.
- Comer adecuadamente, esto quiere decir, que lo recomendado es hacer cinco comidas al día y no comer o picotear entre comidas. Se debe evitar el ayuno prolongado y la sensación de vacío en el estómago.
- Durante la comida es importante ingerir bocados pequeños y masticar lentamente los alimentos.
- Ingerir preferiblemente las carnes más magras (pollo y pavo sin piel, conejo, ternera magra, solomillo de buey, lomo de cerdo, etc.) y quitar la grasa visible antes de su cocinado.
- Consumir más pescados de carnes, con un mínimo de 3 a 4 porciones por semana.
- Usar técnicas o formas de cocinado de los alimentos que tengan menos grasa: a la plancha, al horno, al vapor, hervido, etc.
- Beber al menos 1litro y medio de agua al día.
- Las cenas deben ser la comida más ligera del día, pues durante la noche nuestro desgaste energético es mucho menor.
- Es recomendable realizar alguna actividad física diaria que nos ayude a mantener nuestro tono muscular y evite el aumento de peso.
Si necesitas más información sobre el tema o deseas comenzar a cuidar tu peso de forma adecuada, en Fisiovital contamos con un especialista en Nutrición que puede ayudarte, así que ponte en contacto con nosotros y déjanos cuidar de ti.
Autores:
Francisco Gundín Cerviño – Nutricionista
Hugo H. Torres Nouel – Fisioterapeuta
Edithmar Simal – Esteticista y Gte. Administrativo del Centro de Salud FisioVital
Fuentes Consultadas:
2 https://www.ine.es/jaxi/Datos.htm?path=/t00/ICV/dim3/&file=33102.px#!tabs-grafico
3 https://www.who.int/dietphysicalactivity/childhood/es/
https://www.salud.mapfre.es/nutricion/enfermedades-nutricion/alimentacion-y-obesidad/